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Diario de una secre

Suspendida en el tiempo

Suspendida en el tiempo

Parada frente a mi, mirándome fijamente, escuchando los latidos de mi corazón y comprendiendo, sin prisa pero sin pausa, mi vida, mis sentimientos, mi forma de ser...

Así estoy hoy.

Adopté hace tiempo la velocidad y el dulce traquetreo de un tren expreso, una velocidad que me permite disfrutar del paisaje sin mareos e incluso distinguir el color de las flores y el vuelo de alguna mariposa... olvidé la velocidad irracional del AVE y aprendí, eso sí, con mucho esfuerzo, el placer de disfrutar de los tiempos.

Curiosamente, y estoy segura que por alguna buena razón, a mi lado vuela un tren de alta velocidad, sin paradas, con la única obsesión de correr, de alcanzar la meta en un tiempo estipulado por no se sabe quien... y en esa loca carrera se olvida de lo esencial de la vida, de todas esas cosas que ni se miden, ni se cuentan, ni se pesan... los sentimientos quedan escondidos, olvidados, requieren demasiada atención y si se hace una parada el tren no llegará a tiempo, y yo me pregunto... a tiempo de qué??????

Donde queda el placer de saborear un vino, escuchando el silencio, hablando sin palabras, mirando como el sol, a su ritmo, se esconde...

Todo tiene su momento, su razón, y por mucho que corras, los minutos seguirán teniendo 60 segundos y tardarán en pasar, ni más ni menos que esos exactos 60 segundos, y siempre serán más placenteros si los vives, si los disfrutas con toda su intensidad que si pasas por encima de ellos, sin mirar, sin oler, en definitiva... sin sentir.

Ha sido difícil, lo reconozco, el aprendizaje fue duro porque los malos momentos también se viven y por mucho que pretendas correr, llegar y esconderte, el reloj tiene siempre la misma cadencia.

Hoy, puedo decir orgullosa que tengo la suerte de vivir con la misma intensidad una lágrima que un beso...

...aunque siempre preferiré, por supuesto, los besos.

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