Locura de amor
No. No quiero enturbiar esta tranquilidad que me invade escribiendo algo lleno de resentimiento, no.
Por eso esta nueva historia de la que hoy me he enterado, se quedará en el limbo de los borradores sin publicar. No vale la pena. Mi paz es muchísimo más valiosa.
Sólo un consejo, si se me permite, aunque soy consciente de que cada uno de nosotros hemos de caernos de nuestro propio burro para aprender la lección.
El amor nos ciega y somos incapaces de ver lo evidente, de escuchar lo que a gritos nos dicen, nos volvemos habitantes de un mundo en el que el rey o la reina, según el caso, son los que tienen poder de vida o muerte sobre nosotros, sobre nuestras ilusiones, esperanzas y creencias...
Cuando estás enamorad@ no eres capaz de pensar porque el corazón ha tomado posesión de toda tu persona, por eso, aunque sea difícil por no decir imposible, es necesario, básicamente por salud, mantener un mínimo de cordura que te permita ver la realidad en su auténtica dimensión y que nada ni nadie tenga la potestad de distorsionarla para adaptarla a su conveniencia.
También es verdad que lo ideal es encontrar a esa persona que te ama por encima de todo y que lo único que desea realmente es tu felicidad, que lo que pretende por encima de todo es tu bienestar y en quien puedes confiar porque por nada de este mundo te traicionaría... Eso es lo ideal, luego está la realidad y ahí es donde habría que poner en práctica mi humilde consejo que, por experiencia propia, puedo asegurar, que ahorraría mucho dolor y muchas lágrimas...
De todos modos, cada uno somos lo que somos porque cada una de las experiencias, de las lágrimas, sonrisas, besos y caídas de nuestra vida nos ha hecho crecer con las arrugas, cicatrices y recuerdos correspondientes, nos han formado de la misma manera que un alfarero hace un simpático botijo, un sencillo cenicero o la más perfecta y trabajada obra de artesanía.
Yo tengo la enorme suerte de sentirme orgullosa de, a pesar de todo, ser quien soy.
0 comentarios