La dama blanca
En las Alpujarras, en la sierra de Granada, se esconden unos pueblitos que parecen sacados de un sueño...
Cuando, cae la niebla y los cubre, se convierten en el escenario de un cuento, un cuento que Sherezade, comenzó a contar al sultán...
"Por las calles empinadas y empedradas de Capileira y Pampaneira, los días de niebla puedes encontrarte con el fantasma blanco y luminoso de una bella mujer, el pelo largo flota a su alrededor confundiéndose con el color de un vestido de novia y a su paso, va dejando el aroma del azahar que, un día, adornaron sus manos...
Cuentan que esta mujer murió a los pies del altar, de donde no hubo ser humano que pudiera despegarla, esperando al hombre que debió ser su esposo...
El día de la boda amaneció luminoso, las flores de los balcones perfumaban el aire y la música llenaba toda la sierra, anunciando un día de fiesta para todos... la novia recorrió un camino alfombrado de pétalos de rosa del brazo de su padrino hasta llegar a la Iglesia, allí le esperaba el amor de su vida... el hombre que le robó el corazón, un hombre que vino de lejos y que la embrujó con su mirada y sus palabras... palabras de amor, preciosos poemas compuestos para ella que quedaban prendidos entre los claveles de su ventana y que durante la noche repicaban en su memoria hasta hacerle perder la razón...
Su destino era él, su vida era él, no comprendía ni podía imaginar un lugar en el mundo donde no estuviera su aire para respirar, su cielo, su gloria y, aunque aún no lo supiera... su infierno
Llegó al altar luciendo su mejor sonrisa, los ojos chispeantes de felicidad pero... él no estaba... todos en el pueblo se preguntaron por qué, buscaron en todos los lugares, salieron a la sierra, esperaron hasta que poco a poco anocheció... pero él, nunca llegó. La novia, no consintió en moverse de allí, estaba segura que llegaría y no podía soportar la idea de que no la encontrara... mantuvo la sonrisa y la esperanza, dia tras día, noche tras noche pero nunca aceptó que él no volvería.
Pasaron semanas, meses... nadie tuvo la fortaleza suficiente para conseguir convencerla y se consumió... se consumió de pena, de incomprensión, de desesperanza, de desilusión... Un día no la encontraron frente al altar y en el lugar que, durante meses, fue su hogar sólo quedó un persistente aroma de azahar...
Nadie volvió a verla jamás, nadie supo donde fue, pero su amor y abandono quedaron flotando en el aire de la sierra y de generación en generación, se sigue contando la historia de la mujer que, por encima de todo, y a pesar de todo, no dejó de esperar al hombre que fue su vida y... su muerte..."
Sí, mi señor, por amor también se muere...
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