Espinas en el tallo
No caigas en el desencanto porque el desencanto es no creer.
Pues caí en el desencanto!! o tal vez me empujaron a su abismo, lo cierto y triste es que en el fondo de este precipicio no hay ilusión, sólo aridez y cansancio.
Acepté quedarme entre unas manos que prometieron cuidar de mi, por un tiempo confié en que pudiera descansar, y tanto confié, que olvidé protegerme, entonces, la presión de las manos se hizo mayor y acabaron, aplastándome... Ahora, en este tiempo frio de invierno, los brotes de las nuevas flores, tímidas e indecisas empiezan a crecer, esta vez los tallos están cubiertos de largos y duros aguijones que pretenden impedir que nadie se acerque...
Las rosas, tiernas y delicadas, no están preparadas para vivir en otro lugar que no sea un jardin, fresco y soleado, cuidado por un jardinero generoso... las rosas que crecen en este entorno apenas tienen espinas, las otras, las que llevadas por los vientos del desencanto acaban echando raices en un desierto de sentimientos, debido a un ancestral mecanismo de defensa, cubren sus tallos de espinas...
Así, con espinas en el tallo, sin recibir la fresca lluvia de los besos, sin contar con la sombra de un abrazo, las flores de mi rosal, quizá, puedan abrirse en primavera...
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