Aprendiendo a andar
Como un bebé que comienza a dar sus primeros pasos, vacilante, inseguro... buscando un punto donde apoyarse antes de caer... así me siento.
Salí al mundo, de nuevo, decidida a retomar el camino con paso firme y sin embargo asustada y vulnerable... tropecé con mis propios pies y caí de bruces, me raspé las rodillas, se evaporó la confianza y sólo supe quedarme sentada... llorando... esperando una mano, la de siempre, para que me ayudara a levantar...
Estoy aterrada, no quiero volverme a caer y para eso lo único que se me ocurre es seguir a gatas, así dolerá menos...
No es una actitud muy valiente, lo sé, pero hoy, lo último que llevo encima es valentía... quizá sea sólo un tropiezo y como sucede con los niños, la curiosidad por ver que hay detrás de esa esquina, me haga levantarme e intentar de nuevo dar algunos pasos manteniendo el equilibrio.
Sabía que esto no sería fácil, estaba segura que en algún momento volvería a tropezar... comencé a intuir los primeros síntomas hace algunos días pero los espanté mirando al sol y abrazándome a la vida, no quise hacerles caso y esperaba que se fueran, que se aburrieran, pero... acabaron por ganarme.
Sé que lo que toca es buscar el punto de apoyo, tirar de cuadriceps y recuperar la verticalidad... de un impulso, casi sin pensar y volver a intentar el siguiente paso...
Vamos a ello... me limpiaré las lágrimas, sacudiré el polvo de las rodillas, y aunque no sé donde están las fuerzas, volveré a intentarlo.
Seré capaz de dar algunos pasos más? Podré recuperar la confianza?
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