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Diario de una secre

Jugamos. Otra vez.

Jugamos. Otra vez.

Soledad ha vuelto a acomodarse a mi lado, llegó silenciosa, deshizo la maleta y ahora la llevo pegada a los talones día y noche... Sucede que Soledad es muy celosa y es cruel cuando llega y estás acompañada, acompañada además por alguien que tu misma has elegido. En esas circunstancias llega a ser devastadora.

Pero ya nos conocemos y sé que lo mejor es hablar con ella, contarle todo lo que me callo con el resto del mundo y, de esa manera, va cogiendo confianza y, de vez en cuado, incluso sonríe.

Soledad siempre carga con una maleta repleta de frio y niebla gris, pero eso ya no me asusta, de hecho, esta vez me he acomodado plácidamente con una manta a su lado y como si de una vieja amiga se tratara, he comenzado a contarle los últimos capítulos de esta novela Rosa...

Es verdad que no me contesta pero al menos tampoco me dice incongruencias ni frases para el recuerdo como: "no voy a perder el tiempo hablando contigo", "nadie quiere hablar contigo porque das miedo", "estás para que te encierren" u otras lindezas similares. Tampoco es como Matias Prats dando las noticias de las nueve, ni como la guía de información y turismo, ni como la agencia estatal de meteorología...

Me siento en periodo de adaptación en esta situación que, desgraciadamente, no es nueva pero que tampoco creí que volviera a repetirse, supuestamente había encontrado a mi "compañero del alma" y estas cosas no suceden en esos casos; por lo tanto y sin duda puedo decir que ni compañero y mucho menos del alma, básicamente porque no sabe qué es el alma ni en qué consiste, ni qué hay que hacer para cuidarla.

Basta!!! Las cartas están sobre la mesa ya sólo queda aprender a jugar esta mano y... ganaré, a punta de voluntad, sacando fuerzas de flaqueza y ganas de la más absoluta apatía, pero... ganaré... de eso, no tengo duda.

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