Enrique
Con sólo escribir su nombre ya me invade una mezla de sentimientos, todos buenos...
Enrique tenía 18 años, yo 15 y de repente un día arrollados por la pasión desconocida y el amor inocente, descubrimos el sexo, de hecho fue un domingo 8 de marzo a la salida de misa a las 10 de la mañana... la verdad, ahora escribiéndolo me pregunto; hay alguna otra forma más pura de concebir un hijo? y no lo digo sólo por la religión , también por la inociencia y limpieza de nuestro amor.
El caso es que con la edad en la que debería dedicarme a jugar con las muñecas, estaba embarazada!!! Ohh, horror!!! el mundo se me vino encima, realmente fue lo único que se me vino encima porque todo lo demás, mis padres, mis amigas e incluso Enrique desaparecieron dejándome sóla con áquel mundo que decidió hacerme crecer al mismo tiempo que crecía dentro de mí, mi hija, la razón de mi vida, el ser más maravilloso, mi tesoro más preciado.
Después de un embarazo que debe estar en una de esas cajitas cerradas en algún rincón de mi memoria, de repente 15 días antes del nacimiento de mi hija, todos los que al principio se esfumaron volvieron a aparecer, incluido Enrique son sus "maravillosos" padres, para "ocuparse" de mi... tiene narices!!!!
Rosa, mi Rosa, nació tras 36 horas de parto, impresionante!!! y a partir de ahí empezaron los preparativos de nuestra boda. Yo me sentía feliz, inmensamente feliz al pensar que me casaría con el hombre que más he amado en toda mi vida, sabía que no quedaba más remedio que renunciar al traje de novia, a las flores, a la luna de miel... y que??? me iba a casar con él... con Enrique!!!!
Dos chiquillos jugando a ser padres, a ser independientes, a enfrentarse a la vida de los adultos, eso es lo que ahora veo, pero yo me sentía capaz de todo, era feliz, tenía a mi hija y al amor de mi vida, qué más podía pedir?! Pasados algunos meses en los vivimos ahora en casa de mis padres, luego en casa de los suyos, por fin estábamos en Palma, juntos, solos, en un apartamento al borde del mar y una vida por delante... De verdad que aquellos bocadillos de sobrasada que cenábamos sentados en la arena de la playa con nuestra hija en su cochecito a nuestro lado, no pueden compararse con cualquiera de las cenas de gala más elegantes a las que haya podido asistir nunca; los bombones, dulces o galletas que cuando volvía de trabajar me traía, eran para mi el diamante más valioso... sus besos, sus caricias.... ufff que lloro!!!!!!!!!!
Pero un día, empezó a haber problemas económicos, lo más raro del mundo, porque fue cuando sus padres compraron un piso para que pudiéramos vivir mejor... podían habernos dejado en paz!!!
Estaba demasiado lejos del aeropuerto y hubo que buscar otro trabajo... de camarero... uyyy!!! su madre!!! "mi hijo de camarero con lo que vale, pobrecito mío lo que está pasando por culpa de esta chica!!!!!"
Y claro, como una criatura se puso a llorar repitiendo las palabras de su madre, me pudo la ira, me pudo la desesperación, me pudo en definitiva, la inmadurez y la inexperiencia... empezamos una discusión de niños, que si mi madre, que tu padre, que si tú, que si yo.... en el acaloramiento de la discusión levantó la mano, ahora que lo pienso no sé si fue para tirarse de lo pelos, para taparse la cara y seguir llorando o para lo que a mí me pareció... darme una bofetada... El caso es que yo, sin pensarlo, como si de un movimiento reflejo se tratara cogí el cenicero de cristal que tenía a mi lado y se lo tiré a la cabeza... gracias a Dios reaccionó, se agachó y no le pasó nada sino, no me lo habría perdonado en la vida. Así es como yo lo recuerdo, no sé si realmente así sucedieron las cosas o es lo que mi imaginación ha creado para para dar sentido a esta historia inacabada, lo que sí es tan cierto como que hoy estoy aquí, es que esto es lo que mi memoria guarda.
Así acabó nuestra convivencia, amor a raudales, el dinero de una hucha y la inocencia e inexperiencia de dos adolescentes con una hija y una vida a la que no supieron enfrentarse.
Durante años, yo diría que todos los de mi vida, he seguido amando a Enrique, me parecía verlo en cualquier hombre de la calle, buscaba relacionarme con quien tuviera sus ojos, su mirada, sus gestos, su voz... pero claro ninguno era él.
Qué fácil habria sido llamarle y decirle, ahora que hemos madurado, que seguimos casados, que sigo amándote con el alma.... volvamos a intentarlo, pero tuve miedo de su rechazo, más bien del de sus padres, de los mios... y dejé pasar el tiempo y la vida amándole a través de los años y de cualquier circunstancia de la vida.
Hoy Enrique, tiene una parcela en mi corazón, una parcela que sigue anclada en aquellos años y que sigue igual de enamorada. Enrique me descubrió la vida, el amor, el sexo, con él aprendí que la vida son pequeñas cosas, y también, como no, cuán enorme puede llegar a ser el sufrimiento de la distancia.
El me hizo el mejor regalo que podría haberme ofrecido: mi Rosa. Por eso, aunque hay otras muchas cosas, sólo por eso le quiero y le querré siempre.
Por qué no funionó nuestro matrimonio??? Porque no estábamos preparados para ello, ni él, ni yo. Sencillamente porque éramos dos jóvenes inexpertos y asustados.
Fifty & Fifty
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